7 de enero de 2011

POLÍTICA, POLITICAE.

Llevo mucho tiempo dándole vueltas a este asunto. Y creo que es el momento de hacer una reflexión profunda de un concepto, de una profesión, de un sector del que dependemos todos.
No tengo, ni mucho menos, criterio suficiente para hacer una gran valoración con conocimiento y experiencia suficiente. Pero me voy “a tirar a la piscina”. Tampoco voy a subirme a un trampolín muy alto, no quiero meterme con nadie ni con nada, ni siquiera voy a centrarme en el sistema ni la situación real que pueda tener en el mundo ahora mismo. Ni mucho menos diré nombres ni siglas. Pero quiero que se me entienda, así que no me iré mucho por las nubes, reservaré mi vena filosófica. Todos tenemos una… o deberíamos.
Según el DRAE, política, entre otros usos, significa:
7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.
9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
                La política es un arte. Un arte, un oficio, una forma de vida de quienes la viven. Y la viven quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Llegados a este punto y viendo la realidad como es, mi actitud sería desentenderme, pasar de todo, no merece la pena.
                Y es verdad, no merece la pena, pero el problema viene con la última acepción, la nº 9. El hombre es un ser social por natura y por eso crea un instrumento para organizar la sociedad. La sociedad es una de las cosas más importantes que existen en este mundo. Es la versión humana de la manada, de la bandada o del banco para los animales. Es, por lo tanto, mucho más importante que la política. Aunque, por desgracia, deben de ir juntas.
                Alguien tiene que organizar, dirigir, mandar. Sino optaríamos por la anarquía, que sería otra reflexión interesantísima. Y, ese alguien debe de tener unas ideas determinadas. Hasta el tecnócrata objetivo las tiene, ser tecnócrata objetivo. Esto me lleva a un relativismo de la objetividad, al que no me voy a meter, porque tengo muy claro el final.
                Pero la realidad de este mundo es que cada uno tiene sus ideas y su manera de pensar. Realidad fabulosa, por otra parte. Pero la sociedad tiende a agrupar las ideas. Y las tiende agrupar según el nivel de protección con los postulados anteriores a la concepción de esa idea. Es decir: izquierdas y derechas. Más tarde nacería el concepto de centro, para aquellos que pillan un poco de aquí y otro de allí.
                Ortega y Gasset, al que cada vez descubro más, dijo un día de 1937, “Ser de la  izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. Con lo que yo, por cierto, estoy totalmente de acuerdo. Cerrarse a lo que ya esta impuesto sin abrir la mente, es absurdo completamente. Tan absurdo con cerrar la mente a lo ya aceptado y sólo aceptar lo revolucionario, por absurdo que parezca. Me corrijo, por que el conservadurismo para la razón y la naturaleza también es revolucionario.
                Si  lo vemos objetiva, limpia y teóricamente, la política puede ser una de las profesiones más bonitas. Representar tus ideas, o, aunque sea, un conjunto de ideas similares que se concentren y así representar a las personas que las compartan. Pero esto es tan poco frecuente en la vida real que no merece la pena seguir dándole vueltas y creer que vivimos en un mundo ideal.
Los políticos son personas, personas que tienen un trabajo para vivir. Lo que pasa es que en este caso sus jefes supremos somos nosotros. A no ser que volvamos al caciquismo y al pucherazo. Y esta gente debe de buscarse la vida para sustentar a su familia. Representa ideas, pero saben que el plato en la mesa de su hijo depende del puesto que desempeñen. Y uso el ejemplo de un político padre de familia o una política madre de familia, soy demasiado bueno… En los tiempos que corren, debidos, en parte a algunos de ellos, no se van a andar con tontadas. Y aquí viene mi pregunta: ¿que es más importante: ser fiel a unos principios y mirar  por lo mejor para tus representados o llegar a fin de mes?
Personalmente yo no opto ciegamente por nadie. Ninguna de las organizaciones políticas describe totalmente y exactamente mis ideas. Y creo que el problema lo tendría si fuera al revés. Este año por fin voto y haré como la inmensa mayoría del los habitantes de un país donde se pueda votar. Optaré por lo que a mi me parezca lo más optimo, el mal menor. Así va este mundo, dirigido por el mal menor….




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