9 de octubre de 2011

JMJ 2. CIBELES (I)

Sobre la hora del Ángelus del jueves me llegó un mensaje al Iphone (para algunos autores, Sifón), el Papa había llegado a Barajas. Me había bajado unos días antes la aplicación de la JMJ y la red social de la misma.
    No sé que tendría pero la presencia del Papa se notaba. Caminábamos por el Paseo del Prado, dejando el recorrido en Metro y la angustiada búsqueda del acceso atrás. Era el momento, nos tocaba currar. Y curramos de lo lindo.
    Significativamente nuestro trabajo también tenía que ver con lo mío. Nuestra labor era velar por la hidratación de los profesionales de la comunicación acreditados. Es decir, forrar cajas de cartón con precinto, llenarlas de botellas de agua frías y atravesar la plaza de Cibeles hasta la Puerta de Alcalá para llevarlas a las distintas tribunas de prensa donde se apostaban reporteros y otros invitados especiales.
    Eso de invitados especiales es una forma de llamar a la habilidad de Rubens, mi amigo y antiguo profesor de Historia del Arte, de meterse en todos los tinglados. Esta vez su acreditación era legítima, no como la que malamente se fabricó con el ordenador, una plastidificadora y mucha imaginación, para colarse gratis en los museos de la ciudad de Roma.
    Si hoy paseas por Madrid, el ambiente no es el mismo, como no es el mismo en nuestros corazones. La rutina se apodera de cada uno y así con todo el engranaje de la sociedad. Pero todavía es posible ver, si te fijas bien, las brasas, los rescoldos del fuego encendido de aquella fiesta.
    El trabajo era cansado. A Hespy y a Fran les tocó ir a por la comida, operación cuyo resultado fue positivo y gratificante aunque alguno en un principio lo rechazase. La mayoría esperaron pues en el cuarto de las neveras no cabía mucha gente.
    En la pequeña cabina, o más bien caseta de obra destinada a albergar los refrijeradores y un despacho de control y que se encontraba en la esquina de Cibeles con el Prado, al lado del Palacio de las Telecomunicaciones, hoy Ayuntamiento de Madrid, Jaime y yo nos peleábamos con las cajas.
    La verdad es que el material no era muy bueno y el calor apretaba. Lo positivo del asunto es que teníamos miles de botellines de agua a nuestra disposición. Una vez forradas y cargadas, todo el grupo llevó las pesadas cajas a las tribunas de prensa de la plaza de Cibeles. Allí tendríamos nuestro primer encuentro con Paco, guarda de seguridad, madrileño y residente en Parla. Pero entonces no lo conocíamos, todo vendría en Cuatro Vientos.
    Una vez trasportado el segundo cargamento, esta vez a las gradas de la Puerta de Alcalá (miralá), nos sentamos en las escaleras del Palacio, junto a los grandes buzones de correos. Bocatas y cocacolas, de absoluta novedad.
    Poco a poco la gente iba llenando las plazas y  sus alrededores. Como diría más tarde el Pulpo, una aunténtica cruz de marea humana ocupaba Alcalá (la calle y la Puerta) y los Paseos de Recoletos y el Prado. Y en su corazón, Cibeles...
    Soy consciente de que esa frase cabe notablemente a la interpretación madridista, pero os aseguro que esa no es mi intención.
    Fuimos testigos directos de la llegada de la Cruz y de los ensayos y actuaciones de los distintos grupos que, como ganadores del concurso Madrid me EnCanta, tocaron en el escenario de la plaza de Cibeles. La plaza de Cibeles botó y coreó a uno por encima de los demás, todos recordaremos a las monjinas de La Orden y Mandato de San Miguel, que con sus hábitos de la selección asturiana y con su Síguele comenzaron a hacer vibrar a aquella multitud. Tantísimos grupos que soñarían con un público así.
    Y es que la Cruz ya estaba repleta. Haciendo una media de las distintas cifras de asistencia publicadas yo diría que rondábamos el millón de personas. Cada uno con su camiseta, su sombrero y su bandera.
    Pues si algo se veía en toda aquella marabunta de felicidad eran banderas. Las fotos pueden atestiguar el colorido y la variedad de aquella plaza salpicada por entera de enseñas de los distintos países que allí hacían presencia.
    Además, previo a la llegada del Papa, la organización preparó un desfile con las enseñas  de los distintos estados presentes. Ese era el momento, esa era la señal. Los adalides se colocarían en la zona reservada delante del escenario, donde nos encontrábamos nosotros. Y el escuadrón Cachopo avanzaría veloz hacia el backstage.
    Hasta ahí todo normal. Pero en ese momento, y para desesperación de medio pelotón, llega el que estaba por encima de Willy y nos dice que al escenario no se puede salir con polo, hay que hacerse con una camiseta de peregrino.
    Algunos, quizás intuyendo una cosa así, llevábamos las nuestras en la mochilina (polémica mochilina). Pero el resto comenzó la odisea de hacer que alguno de los jóvenes que se abalanzaban contra las vallas se la cambiara.
    Una vez superado este escollo, en algún caso misión imposible, volvió aquel mando. No recuerdo su nombre, sólo se que estuvo a punto de morir asesinado en manos de un voluntario altamente nervioso. Pues su orden era abortar la anterior. Todos en el escenario de verde pistacho.
    Vuelta atrás. ¿Me duelves el polo? Es que nos han mandado lo contrario, gracias (y en algun caso hasta perdona). Despues del intercambio de sudores, olores corporales, incluso algún tipo de mancha culinaria, estábamos preparados para lo que sería un momento clave de nuestra historia que contaremos (en algunos casos ya contamos) al mundo entero. Cuando el Papa nos pasó a menos de dos metros.

6 comentarios:

  1. Venga, Guille, metei caña que entovía vas pol jueves y va acabase el añu. Me mola.

    ResponderEliminar
  2. Ye que fago más coses y tengo que dai vueltes a ca un, pero intentare sacalos mas rapido

    ResponderEliminar
  3. Verdín, está muy bien, pero tiene más vidilla, más calidad el primero, si me permites la observación. Yo lo orientaría en ese sentido. Pero, vamos, que es mi humilde opinión y nada más.

    ResponderEliminar
  4. Muchas Gracias, sr. de Mella. lo que no me queda claro es a cual se refiere con el primero. Si al anterior a éste que habla de los primeros días o a la crónica sentimental. Si es a ésta última decirle que tienen intenciones distintas, ésta es más bien una crónica de anecdotas.
    Si lo hace refiriendose a JMJ 1, el capitulo anterior, pues pensaré más en cómo darle ritmo.

    ResponderEliminar
  5. SOY PELLICO: muy bueno Guille vete mandandome mas o haz lo posible pa q me entere de q colgaste otra cronica. gracias

    ResponderEliminar
  6. Ok Pelli gracias. Los voy poniendo siempre en el estado de tuenti. Te mendaré un privao la próxima, si me acuerdo...

    ResponderEliminar