Se acumulan los papelinos de caramelos. La azafata retira una servilleta sucia. Muevo un poco las piernas, una recostada sobre el apéndice del sillón, la otra se apoya en la funda de la gaita. El Autocares Luarca S.A. recorre el desierto castellano camino de la Villa y Corte.
Después de El Mundo, El País y La Nueva España, dos diarios de Madrid y uno de Oviedo, el tiempo me sobraba, el ABC estaba ocupado. Hacía mucho tiempo que no abría un ejemplar de El Comercio, esta vez no me arrepentí. Recordaba que Ramón Durán, il Professore, escribía los domingos su columna. Fui a Opinión directamente. La urgente renovación política marcaba su firma dominical.
Joaquín Sabina, M-Clan y Los Berrones atravesaban los auriculares y se estrellaban en mis tímpanos. Volví a la primera, los mismos temas, distintos matices. Gijón, Carreño y Villaviciosa centraban los locales. Apenas leo los titulares, me voy al cuadernillo central, Vivir Domingo se llama en el diario de la villa de Jovellanos.
Estudio Periodismo y estoy harto de ver portadas, imágenes rompedoras, titulares llamativos, frontales que pretenden llamar la atención. Y como es habitual, no lo consiguen. Pero este caso es distinto.
Hoy en día se habla mucho del concepto familia. Se le colocan apellidos, tradicional, moderna, modelo... En esa portada salía una familia, con hijos nacidos de otros, algunos de la edad de los padres... ¿Y que más da?, No es una familia modelo, o quizás si. De lo que estoy seguro es que tradicional no lo es.
El periodista Antonio Armero nos enseñaba lo que el amor puede lograr. De una manera tierna, respetuosa y cariñosa, los lectores pudimos conocer una familia en la que la enfermedad, los problemas y el dolor están al orden del día, pero donde el patrón fundamental es la felicidad.
En mi crónica emocional de la JMJ hablaba de lo inmensamente feliz que me sentí sufriendo por los demás, trabajando durísimo para dar mi pequeña aportación a que aquello fuera lo que fue, la fiesta de la juventud más importante de la historia.
Lo mío no fue nada. El verdadero monumento a la entrega y al amor por los demás es esta pareja de Cáceres, que allá en el año 1993 decidió crear una familia con gente que la necesitaba. Son personas con problemas mentales que además tuvieron la nefasta suerte de nacer en familias desestructuradas donde la agresión, el insulto o el abuso eran los entrantes de cada comida, si la había.
Como redactaba Armero, éso nunca lo olvidarán, pero sí pueden dejar de pensar en ello. Con una escasa paga de la Junta de Extremadura, Chema y María José dan a siete de estos maltratados por la vida alojamiento, comida, medicamento y, lo más importante, una familia.
No sé si existen los superpoderes, pero los superhéroes sí, por supuesto. Las heroicidades de cada día son éstas. Para mí esta pareja que vive con sus nueve hijos, dos de ellos naturales, en una unifamiliar de Cáceres, son héroes, personas que de verdad dan su vida por los demás.
Es la primera vez que leo a Antonio Armero, pero le agradezco profundamente lo que acaba de hacer. Sin duda esta semana la empiezo con muchísima más fuerza porque he recordado que quiero ser periodista para contar buenas noticias, como ésta.
Alsa Uviéu-Madrid, 2 de octubre de 2011
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